-Es que no es poco- le dijo ella, mientras sus ángeles a bandadas sobrevolaban el suelo, con sus inoportunas alas extendidas en blanco.
Andadores fervientes, desorientados esta vez con el desamor.
-Que no es poco, le repitió
Con ánforas llenas de instantes y la luz rebalsando por los costados.
-Mira, ¿es que ya no ves?
El silencio de él se abría como abanicos consumiendo el aire.
Agonizaban sus tigres sedientos en los rincones.
Mientras la luz inundaba el cuarto, la esquina, toda la cuadra algo se oscurecía ante los ojos de ella.
Lo desconocido se imponía brutal en ese otro tan cercano.
Aún perduraba el perfume de los jazmines.
El ya no estaba.
Ella con tanto en las manos.
y qué injusticia
ResponderEliminarpara el jazminero del centro de mi patio
que nunca hayas posado tu nariz
en sus flores.
Y qué injusticia para ella.
Lo desconocido tan cercano ahi.
No no.
Venceremos.
Revolución.