11 de enero de 2011

AniMe


Parada en el borde del andén.
Pollera tubo, la carterita cruzada. El pelo juega con el viento.
Es una figurita arrancada de anime. Los ojos grandes se pierden en el trazo de los rieles.
Plateada la luna en las vías, interminables, se asemejan al mar del último día.
Ella volvió con todo el mar adentro. Pero no quiso llorarlo.
Sus ojos son muy grandes sí. En ellos caben un mar y todas las horas.
El tiempo llamó al silencio, un silencio que brilla. Y también a una necesidad de buscar paisajes que asemejen esa inmensidad, para extraviarse y para encontrarse nuevamente. El juego de perder y recuperar (se), esa satisfactoria posibilidad de manejar el destino.
El infortunio genera una energía loca, desesperada. 
Energía que busca hacerse viento, luz, risa. Movimiento.
El pensamiento es poco a veces. La fantasía no da a vasto.
En historietas gigantes de pasajeros con mirada viva, seguramente se ubique ese caudal. Es que esos ojos poderosos no saben mirar sin fe.



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