Como si tuviese que salvar al mundo de uno en uno,
así era su misión.
Escondía una reivindicación tan grandiosa,
como la de justificar una vida.
Mientras,
el mínimo tiempo se iba descontando ante sus ojos.
Huía dos horas delante de su
verdugo,
con tensión de
tigre caminando entre hierros.
Lo último será lo que perdure en lo eterno, pensaba.
Detenerse a beber el letal paisaje
o seguir sosteniendo esa ínfima diferencia con el final..
Todo el tiempo transcurrido antes siempre estuvo muerto;
no se parecía en absoluto a esas horas definitivas
en las que el cuerpo exaltado lame las últimas gotas.
En las que el ancho cielo se bifurca.
Palpar por fin ese
amor que se abre milagroso
para caminar despacio hacia el precipicio.
Tremendo.
ResponderEliminarParece una agonía contada desde adentro.
Es un texto difícil y hermoso.
Un abrazo.
Muchisimas gracias, por tu tiempo, por leerme. Un honor compartir mis intentos poeticos :) .
ResponderEliminarBienvenidooo!!
Abrazo
Bea