Pienso en tu primer mirada desarmada,
ojos azules de los que aún proyecto destellos.
En aquella mínima sonrisa que abrió todos los puentes,
en las canciones inventadas para poder encontrarnos.
Nada ocultaba tu mar abierto a las naves colonizadoras,
a los peces de cuentos que nadie te leía
pero existían tan brillantes como tus sueños.
Desde ahí me llamaste,
y yo agradezco haber podido desmenuzar ese murmullo
que fue voz transparente,
palabra precisa,
bocanadas de tu intenso mundo.
Príncipe desprotegido,
ojala hayas traspasado los muros hostiles
con tus poderosas manos.
Ojalá hayas construido castillos que
rebalsen tu luz por las ventanas.
Seguro hoy te reconocería de lejos,
pequeño grandioso niño,
con la mirada que solo guarda la memoria de lo heroico.
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