31 de octubre de 2016

Lo que deja huella...


El afecto puede tener mil formas, una caricia, una caminata, el sabor de una comida. En todo hay un otro que lo transmite, que deja deslizar en ese acto esa energía única y sagrada que se genera desde el sentimiento..
Que yo exista para otro es la primera percepción de que existo, de que alguien me reconoce y este reconocimiento que deja marca es siempre desde el afecto.
El afecto es fundamental para la constitución del ser humano. Pensado desde lo biológico, en los primeros tiempos del bebé es primordial que las necesidades básicas para la supervivencia sean cubiertas, tales como el alimento y el cuidado. Pero ya desde el origen, incluso desde la gestación, lo que deja marca en una persona es ese plus de ternura que le es transmitido desde otro y que trasciende los cuidados indispensables.
En la mirada que lo acompaña mientras es alimentado, en el contacto que se transforma en caricia, en la voz que lo nombra y transforma ese sonido en algo tan especial .. Esa carga amorosa que se transmite en los primeros vínculos deja un sello en el ser humano, a modo de huella y es a lo largo de toda su vida que intentará volver a recubrirla, repetir esa experiencia , marca única del afecto que lo significo desde los primeros dias..


El ser humano necesita imprescindiblemente del afecto en principio para la supervivencia y luego para que pueda desarrollar una vida plena en sus capacidades, pues ante esa carencia puede enfermarse y ante la ausencia puede indefectiblemente no poder sobrevivir.

Es tan grande la capacidad del hombre de disponerse a recibir y dar amor que aún en el ambiente mas hostil, puede tomar pequeños destellos de afecto y atesorarlos de tal manera que motorizen su búsqueda futura, un encuentro con aquello que apenas fue esbozado en su historia o hasta el desafío de construir un proyecto en el que pueda revertir esas carencias..

Esa voz que nos calmó , ese abrazo en el que nos sentimos totalmente protegidos, esa mirada, espejo que nos devolvió la maravillosa imagen de nosotros mismos pero siendo amados, todas esas vivencias (muchas o pocas) constituyen la esencia de nuestra identidad.
Por eso cuando en la vida nos pasa el encontrarnos con alguien, cuya pisada encaja perfecto en aquella huella fundante de nuestro ser, tenemos esa milagrosa sensación de que ya estuvo antes, de que ya lo conocemos.. Es que supo el camino exacto, tomó el atajo, llegó y ahí esta, cerca nuestro como si hubiese estado siempre y se ajusto naturalmente a la forma en que nuestra alma modeló el amor.


La huella tiene su forma, y por mas que se quede o no en nuestras vidas, nos hará reencontrar con la emoción intensa de aquello que realmente somos y que ni el tiempo ni el dolor pudo deshacer.

Lo que deja huella: indicios de que fuimos nombrados desde el amor.

Lo que deja huella es la certeza de que el amor siempre tiene una forma y sabremos reconocer su pisada..